La cara triste del encierro y el confinamiento impuesto por la pandemia del coronavirus obligan a la organizada Alemania a la medida más dura que haya tenido que afrontar en muchos años. La situación luce tan grave que puso de acuerdo sin rémora al Gobierno Federal y a los gobiernos de los diferentes estados, sin distingo de consideraciones políticas o ideológicas. Priman la salud y el bien común. Claro que el anuncio del confinamiento provocó reacciones y hasta ciertas protestas ciudadanas, pero la cifra se fue de las manos. Fuentes oficiales citaban que Ángela Merkel hablaba de 19 000 contagios diarios hace una semana, cuando las últimas cifras ya señalan algo más de 29 000 contagiados cada día. A primera vista, los cierres parciales y la apertura controlada parecen no haber funcionado en ese país, en medio de un invierno que muestra crudeza y agudiza la sintomatología de las enfermedades respiratorias. Estas también demandan atención médica e incluso hospitalaria. Alemania fue uno de los países que con mayor disciplina hizo frente a los primeros tiempos de la pandemia, socorrida además con los voluminosos desembolsos de reservas económicas que posee, para seguir pagando sueldos pese a los confinamientos iniciales. Por ello, justamente, se logró contener la primera expansión del virus que en otros países europeos como Italia, España, Reino Unido y Francia causó dolor y muerte en cifras alarmantes y fuera de todo control. La comunidad científica y la autoridad sanitaria hacen frente a las críticas, mostrándose duros y exhibiendo las cifras y la situación límite del sistema de salud, la fragilidad de los médicos frente al covid-19 y los vulnerables ancianatos. Mientras Reino Unido adelanta la campaña de vacunación, Alemania opta por el confinamiento para cercar los contagios y prevenir efectos devastadores del mortal virus. Esta es una de las pruebas más duras para Alemania después de los efectos destructivos de la guerra y trae estragos más profundos que las crisis económicas recientes.
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